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En una de esas fiestas convocaba a algunos (incluso tirándolos de las solapas), a la cocina. Luego de unos segundos de incertidumbre leía furiosos poemas sin fin.
Mis amigos, en estado de shock, salían en mi auxilio solicitando más auditores. Creo que esa noche salí de aquella fiesta llevando en mis bolsillos una prenda femenina a manera de trofeo.
Mientras regresaba a casa, un fuerte pesar me nubló la vista. Recité en voz alta los poemas y la magia no se hizo presente. No había sido la poesía... había sido la fiesta.
(Publicado previamente como mensaje en el blog de Viva la Inmortalidad, en la nota que tenía por título "Fiesta")