Este es un experimento comunicativo, un espacio personal sin fines de lucro, abierto al diálogo y la opinión de todos los visitantes.
Una premisa importante: cambio mi post cuando -a lo menos- se hayan acumulado 13 comentarios, aunque no estrictamente... Ni mucho menos. Linea directa: pipiolex@gmail.com
No busques colores ni diseño. Lo mío es el texo puro y una que otra foto. Saludos desde Chile.
Me arriesgo a cometer un error fatal... comenzar con un cliché: Parece que hubiera sido un sueño de antenoche...
Pero no es mentira. Yo tenía unos cinco años y pasaba largas temporadas con mis abuelos en la ciudad capital del valle del Limarí, viviendo de las bondades del norte chico, con sabor a huesillos y a leche de vaca que comprábamos al lechero montado en su carreta tirada por caballos.
Mi abuela y mi nana configuraban mi centro afectivo y mi abuelo, la presencia divina. Mi padre pasaba cada par de semanas y comprábamos láminas coleccionables del álbum "Este es mi Chile". Es curioso, pero tengo la impresión de que en ese paisaje vine a la vida consciente.
Puedo contar mil pequeños detalles, como el gallinero que estaba al fondo del enorme patio con paltos y parrón, al lado del taller de carpintería de mi abuelo. Ese aroma de pasto, tierra húmeda y árboles frondosos -hasta el día de hoy- me llena las neuronas.
La separación de mis padres no existía en ese universo. Tenía un perro, unos gatos de techumbre, el lesionado tiuque y una tortuga que se dejaba ver cada cierto tiempo.
Tal vez nací a la vida consciente cuando regresé a los brazos de mi madre y de mis hermanas, en la gran ciudad, con una noticia y un llanto liberado después de varios días de contención. Se había muerto mi abuelo.
El ciclo comenzaba otra vez.
Etiquetas: abuelo, ciclo, madre, padre, santiago, vacaciones